Archivo | agosto 2014

Homenaje al poeta Manuel Navarro Luna a 120 años de su natalicio

Por María de los Ángeles Polo Vega.

El poeta revolucionario Manuel Navarro Luna nació el 29 de agosto de 1894 y a 120 años de su natalicio el Festival Internacional de Poesía de la Habana le rinde homenaje con la presentación de un volumen editado por la colección SurEditores, que recoge toda la obra poética del bardo manzanillero y que tiene, como valor agregado las opiniones críticas de importantes intelectuales de Cuba y otras partes del mundo, emitidas en los momentos en que cada uno de aquellos cuadernos salía a la luz, así como otros textos suyos que permanecieron inéditos hasta ahora.

Un libro extraordinario, de más de 500 páginas, que a manera de prólogo trae las palabras que pronunciara Roberto Fernández Retamar en ocasión del traslado de sus restos mortales a la ciudad de Manzanillo y que posteriormente se publicaran en el número 14 de la revista Revolución y Cultura, en 1973, y que expresan, a juicio de los editores, con absoluta actualidad la justa dimensión del gran poeta que es Manuel Navarro Luna.

En esta antología poética de gran utilidad para los estudiosos de la literatura, encontramos valoraciones de Bonifacio Byrne, Raúl Roa, Juan Marinello, Enrique José Varona, Nicolás Guillén y Pablo Neruda, por solo citar algunos nombres.

Es Manuel Navarro Luna uno de los poetas civiles más importantes del siglo XX y su libro Surco, de 1927 está considerado como el primer libro vanguardista de nuestra literatura. Su tono profético e inmensamente humano tiene sus pares en León Felipe, Vladimir Maiakovski y Aimé Cesaire.

Navarro Luna fue un comunista consagrado y por esta ideología padeció cárceles y marginaciones en los años difíciles de la República, de él dijo nuestro Nicolás Guillén en el lejano 1949 “Hay el Navarro modernista de los primeros días, y el vanguardia de los tiempos de Avance, y el de las vastas inquietudes sociales de nuestra época y todos ellos hacen un solo Navarro verdadero; el poeta universal, telúrico, construido de sangre propia y ajena, y por quien muchas gentes fuera de Cuba saben que hay en nuestro breve territorio un pequeño puerto llamado Manzanillo, desde donde suena sobre América su gran voz”.

Y más tarde, en ocasión de conmemorarse el primer aniversario de su desaparición física, el propio Guillén expresó:” Aunque los años pasen y se amontonen en siglos, esta voz resonará impetuosa. Marcará uno de los momentos más profundos de la lírica cubana y también más altos. Que en esa correlación entre lo que es abismo y cúspide está la poesía de quien no solo fue un gran artista sino un gran hombre”.

Con más de 30 años desaparecido de nuestras librerías, vuelve Navarro Luna, gracias a la colección Sur Editores del Festival Internacional de Poesía de la Habana a estar disponible para las nuevas generaciones de lectores cubanos, el poeta social y enérgico pero también delicado e intimista, que le dedicó versos a la patria, sus héroes y su historia, a la madre, al padre, a la esposa y a la hija, a sus amigos, y para quien nada humano fuera ajeno.

Los poemarios recogidos en esta antología son Ritmos Dolientes de 1919, Corazón Adentro de 1922, Refugio de 1927, Surco de 1928, (considerado el iniciador del vanguardismo en la Literatura Cubana), Pulso y Onda de 1932, La tierra Herida de 1936, sus Poemas Mambises de 1943, Décimas de 1949, Así es, escrito en 1949 y nunca publicado en vida del autor, hasta que en 2005 SurEditores lo hiciera en coedición con la editorial Orto de la ciudad de Manzanillo, sus TRES Cantos a la Vida, también de 1949,Los poemas del Padre, de 1950;su Elegía a Doña Martina de 1951,décimas dedicadas a su madre, la generosa mujer que más de cien años vivió.

También nos encontramos con El Padre Nuestro, poema escrito el 28 de enero de 1953 y publicado en la Revista Bohemia en febrero de 1953, dedicado a José Martí por su centenario y del que escribiera Rafael Soto Paz que “ es tal vez, lo único grande, lo único digno al maestro en este Centenario lleno de sombras y, sobre todo, de tanta hipocresía”.

En esta antología poética de Manuel Navarro Luna se recogen además sus Serenatas de 1955, dedicadas a su hija Ana Navarro Lauten, canciones que como dijera Joaquín G. Santana, “Parecen madrigales. Son verdaderos madrigales .Pocas veces la letra de una canción resiste verse impresa. Por lo general se escriben para ser oídas y no leídas. Estas sin embargo, por la carga poética que de ellas se desprende, pueden soportar esta prueba de fuego”.

Y como es de suponer no podían faltar sus Poemas Mambises de 1959, en los que como dijera Cintio Vitier, “Cuba entera está, vibrando poderosamente erguida…” para concluir con sus Odas Mambisas, sus Odas Milicianas y otros poemas que, como dijimos al inicio de este comentario, permanecieron inéditos hasta ahora.

A manera de muestra hoy compartimos algunos de sus poemas.

Socialismo

(1915)

Vano es luchar: La podredumbre suma
todo lo invade y lo corrompe todo.
Si el mar no forma en la ribera espuma
es porque la ribera tiene lodo.

Impera la estulticia de tal modo
que a su presencia la verdad se esfuma.
El que lucha se queda en un recodo
del camino, tendido entre la bruma.

Mientras la humanidad no se renueve,
mientras al hambre por demás aleve
el hombre tema como a un negro abismo,

no alzará su bandera victoriosa,
su bermeja bandera esplendorosa,
el Supremo Ideal del Socialismo

Santiago de Cuba

(1957)

(tal vez el más conocido de sus poemas)

Deja que los muertos entierren
a sus muertos

¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!

¡Por allí anda la madre de los héroes!
¡Por allí anda Mariana!
¡Estaréis ciegos
si no veis ni sentís su firme y profunda mirada…!
¡Estaréis sordos si no escucháis sus pasos;
si no oís su tremenda palabra!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”

Así exclamó aquel día, junto al cuerpo de Antonio
—¡de Antonio, nada menos, que sangraba
herido mortalmente!— cuando todas
las mujeres allí gemían y lloraban…!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”

¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!

Allí las madres brillan
como estrellas heridas y enlutadas.
Recogieron el cuerpo de sus hijos
derribados por balas mercenarias,
y, después, en la llama del entierro,
iban cantando el himno de la Patria.

¡También lo iban, junto a ellas,
el corazón, sin sueño, de Mariana…!

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”

Hay muertos que, aunque muertos, no están en sus entierros;
¡hay muertos que no caben en las tumbas cerradas
y las rompen, y salen, con los cuchillos de sus huesos,
para seguir guerreando en la batalla…!

¡Únicamente entierran los muertos a sus muertos!
¡Pero jamás los entierra la Patria!
¡La Patria viva, eterna,
no entierra nunca a sus propias entrañas…!

¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!

¡Los ojos de las madres están secos
como ríos sin agua!
¡Están secos los ojos de todas las mujeres!
Son fuentes por la cólera agostadas
que están oyendo el grito
heroico de Mariana:

“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”

¡Venid! ¡Venid, clarines!
¡Venid! ¡Venid, campanas!
¡Venid, lirios del fuego,
a saludar las rosas de vuestras propias llamas!

Coplas.

Navarro Luna te llamas
y en esta Revolución,
eres la pura canción
y la voz que la proclama.

Hombre de estirpe ejemplar,
en tu radiante universo
es la dimensión del verso
tu sinceridad impar.

Dueño de claros senderos,
de montañas y de ríos,
tú nunca sentiste frío
en tu guerrear verdadero.

Cantaste a la libertad
como ninguno en tu tierra
y por eso de la Sierra
te viene la eternidad.

Las auroras que previeron
tus pupilas y tus cantos,
han vencido ya el quebranto
y en un himno florecieron.

Las aguas de tu amistad
nunca son turbias ni frías,
y no he visto todavía
mayor generosidad.

Rodeado de juventud,
de esperanzas y de anhelos,
has conocido el desvelo
en siembras de pulcritud.

No podrá ninguna daga
herirte por el costado,
pues eres el fiel soldado
de una luz que no se apaga.

La vida que tú has vivido
como una pulida estrella,
es para morir por ella
con el pecho bien erguido.

Podrán los años pasar
y tu aliento sucumbir,
mas tú eres ruta a seguir
y luz para caminar.

Padre Nuestro

(28 de enero de 1953)

Homagno generoso,
Padre nuestro..!
La Patria fina,
transparente y radiante;
la Patria unida y fuerte,
sin amos y sin yugos;
la Patria cristalina y pura;
la Patria honda,
honrada,
próspera,
feliz,
respetada
y amada…
La que forjó la sangre y el metal de tu sueño…!
"La Patria con todos y para el bien de todos"…
la tendremos un día…!
Sí, Padre, la tendremos..!
La tendremos…!
Aún trabaja tu sangre;
aún los latidos de tu pensamiento
resuenan en la sombra desvelada;
aún sentimos el fuego
de tu espíritu abriendo los surcos anhelantes;
aún la campana de tu frente,
con la opulenta voz de sus relámpagos,
socava la negrura cómplice del silencio
podrido y tenebroso; aún tu palabra ardiente
cruza como una ráfaga de soles,
como los pasos firmes e inflamados del viento;
como un tumulto de banderas libres;
como una llama de clarines jóvenes;
como una aurora resonante de libertadores aceros…!

Padre,
Padre nuestro…!

Todo lo que tú ves,
todo lo que estás viendo,
toda la podredumbre que se muestra a tus ojos;
la carroña infernal que se arrastra viviendo;
que no quiere la estrella porque ilumina y mata;
pero sí el yugo para uncirse al yugo
porque con él se goza; los miserables cuerpos
que huyendo de la estrella la traicionan
cada vez más hundidos en la infamia. Los negros
estandartes del lodo; la "rica y ancha avena
y la caliente paja"…¡Los caminos abyectos
que erigen la conciencia de la sombra y el crimen…
¡todo esto
lo verás derribado por la estrella iracunda,
encendida en los hombros de tu pueblo…!
¡La misma estrella que lució en tu frente
ya tú de píe en el yugo,
Padre nuestro!
Delante de las rojas,
de las abiertas y hondas heridas de tu sueño;
frente al dolor en cuyas negras zanjas
los nobles oriflamas se abatieron
como alas destruidas, se alza el pecho
de la infinita luz que aún conduce tu frente
para quemar los cercos de la muerte, los cercos
del mal y del oprobio…¡Ya veremos
derribadas las sombras; y los viles,
los que a la Patria dolorida hundieron
en la deshonra y en el fango, todos
arderán en la llama, en el terrible fuego
que derrama la estrella,
Padre nuestro…!
Estas columnas lívidas de llanto;
estos charcos de horror donde los harapientos
niños están jugando con las lágrimas;
esta Patria con amos y estos hombres famélicos,
(¡campesinos que esperan, tan solo, la injusticia
que ha de venir, al cabo, a arrojarlos al medio
de los caminos, Padre nuestro…! (¡Tantos libertadores
a quienes ha robado su tierra el extranjero…!

Estas rosas de espanto;
estas vertientes frías del hambre,
y el desprecio
a los propios hermanos, a los hermanos negros…!
Como si alguien pudiera ser más grande que Antonio,
el Capitán tremendo
que a punta de coraje, de vergüenza y de sangre
la Patria libertó, para que en ella
sembraran sus latidos los blancos y los negros…!

Detrás de esta tiniebla dilatada;
de este cáliz de horror, de los horrendos
paisajes de la muerte, se alza el monstruo
el que tus ojos vieron
y en cuya entraña tu viviste..!¡El monstruo
imperialista que estrangula pueblos
desunidos y débiles, entregados por cómplices
del invasor, vendidos a los treinta dineros
que Judas recibió! La Patria nuestra
traicionada, agoniza en el madero;
pero sabe que tú no la has abandonado
y que tu propia voz y tu propio denuedo
están en la batalla final, mientras tus sienes
delirantes alumbran el redentor sendero.
¡Padre!
Padre nuestro…!
Qué larga esta agonía…!
Qué graves y profundos sufrimientos…!
Qué sangrientas caídas..! Qué cobardes traiciones…!
Qué asechanzas sombrías y qué golpes arteros…!
Qué pozos y qué espumas infernales…!
Qué corrientes de sombras y de cieno…!
Pero sobre la sangre, sobre el dolor, sobre la muerte,
con nuestros propios doloridos pechos
y ayudados por tí, de pie en el yugo
alzaremos la Patria, la alzaremos,
ya libre de miserias y traiciones,
por encima de todos los oscuros acechos;
forjada por tu sangre que nos guía;
por la esperanza, en filos, de tu sueño;
forjada por tu luz inacabable…
¡Homagno generoso!
Padre nuestro!

otorgan a la cubana Reina María Rodríguez Premio Pablo Neruda de Poesía

Por María de los Ángeles Polo

Hoy amanecimos con la grata noticia de que la poetisa cubana Reina María Rodríguez ha recibido por segunda ocasión consecutiva el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, galardón que fue entregado por la Presidenta Michelle Bachelet junto a la ministra de Cultura, Claudia Barattini.

En la ocasión, la Presidenta Bachelet señaló que “Reina María Rodríguez recibe el Premio Pablo Neruda 10 años después de su creación y es la poeta más joven entre todos quienes han pasado por esta casa de los presidentes y presidentas de Chile para aceptar este galardón”.

El jurado, encabezado en su oportunidad por la ministra de Cultura Claudia Barattini y compuesto por José Kozer (Cuba), ganador del mismo premio en 2013, Graciela Aráoz (Argentina), Pablo Brodsky (Chile), Julio Ortega (Perú) y Malú Urriola (Chile), decidió por unanimidad entregarle este galardón dotado con 60.000 dólares y el compromiso de la edición de una antología poética.

El premio Iberoamericano Pablo Neruda, que celebra su undécima edición, ha reconocido la trayectoria literaria del mexicano José Emilio Pacheco (2004), el argentino Juan Gelman (2005), la cubana Fina García-Marruz (2007) y el antipoeta chileno Nicanor Parra (2012), entre otros reconocidos poetas de Iberoamérica.

Reina María Rodríguez, ganadora del Premio Nacional de Literatura en 2013 es una de las voces más importantes de la poesía cubana contemporánea.

Ha publicado en numerosas antologías y revistas en América Latina, Norteamérica y Europa: Crítica, México; Diario de poesía, Argentina; Mandarla, Hopscotch,Zazil, Boundary 2, EEUU; Artefacto, Nicaragua; Coyote, Brasil; Entwürf, Alemania; Cuadernos Hispanoamericanos, Acción Poética, Francia; La Habana Elegante, entre otras. Ha sido traducida a varias lenguas: inglés, francés, ruso, vietnamita, árabe, alemán, portugués, italiano.

Ha impartido charlas y lecturas en las universidades de: Humboldt y Universidad Libre de Berlín, en Alemania. En universidades de los EEUU: en Princenton, New Jersey; Emory, Atlanta; Georgetown, Washington; Sunny, Búfalo, Iowa, Haftra de New York. En Río Piedra, Puerto Rico; en el Ateneo de Caracas, en la Feria del Libro Monterrey en México; en la Feria del Libro de Santo Domingo; en la escuela de poesía de Viena; en el Pompidou, París (1987) y (1998). Participó en la bienal de poesía de Val- de- Marne, París (1994). Dirige en La Habana el proyecto cultural Casa de Letras y es editora de la revista Azoteas.

A continuación, una muestra de la obra poética de Reina María Rodríguez.

MORIR DOS VECES

I

En alguna parte de la vecindad, alguien tocaba el piano…

Hoy ha muerto un piano.

El piano. Mi piano.

Le cayeron a golpes.

Lo asesinaron

porque tenía comején.

Su corazón estaba pudriéndose

como el mío, exactamente igual.

Sus cuerdas estallaron, abajo.

Sin sonidos, sin pasión.

Y no pude ver al bajar,

en qué funda envolvieron los restos,

su teclado amarillo, el alma.

Me fui al mar

Culpable por no haberlo defendido

En su agonía.

Culpable por dejarlo morir dos veces.

La primera, cuando dejé de tocarlo hace años.

Así murieron dos veces mi padre y mi hermano

que compartían conmigo la butaca de caoba tallada

cuando tocábamos a cuatro manos, “Para Elisa”

y el gato Musso se acostaba encima,

en la tardecita

para vernos tocar desde esa perspectiva.

La pared ahora solo puede ser una pared sin música

con una huella indiferente al centro

(otra mancha)

donde pondrán una tabla con flores para sustituirlo.

El cementerio del piano, su tumba.

Siempre tendrá desniveles, aunque pretendan emparejarla.

Ni siquiera habrá un gato rondando por allí su cabeza

Amarilla.

II

Tocaba unos acordes en él pequeño piano de juguete

sin imaginarme

que mi piano Boston sería masacrado poco después.

Para ellos, era solo un mueble más con comején,

para mí, la música.

Dolor de eso que llaman cultura

tan exterior a tener o no tener un piano,

un pasado.

Con sus notas enamoré al vecino

cuando él cerraba la ventana.

Con sus bemoles me reconciliaba

ante todo imposible.

Blusa de cuadros negros y dorados

como las teclas de nácar

envejecidas

rígidas.

Siento el olor de la madera

subir desde el basurero donde lo echaron

a reclamarme otro fin.

Siento el vestido congelándose en la espalda

ahuecada

ante el vacío del espacio dejado.

Fascismo de estos jóvenes que no saben

amar el lenguaje.

No saben que el búcaro era de bacarat por su sonido

cuando se balanceaba sobre él con flores

que no eran plásticas.

Angustia de los martinetes apretándose más por sobrevivir

contra tal avalancha: ojitos vigilantes, de niños.

Irreverencia. Horror.

Yo le quería enseñar a mi nieto una octava

(esa escalera abstracta que no subiré más con él

desentonando un do, un sí,

por la arbitraria escalera del piano)

—la que siempre encontrábamos

abierta hasta la casa de Josefita,

la maestra de Laguna y San Lázaro—

para que me aconsejara, pero ella tampoco

podía salvarlo ya.

Si mi hermano tenía que volver a morir con la muerte del piano

Sin acordes, a machetazos limpios

Como es todo aquí

¿cómo resistir por dos veces tal sacrilegio

o esperar un milagro?

¿La resurrección del piano, un sonido?

III

Después del llano vino una serenidad espectral

de actores que pierden un maquillaje

que se descorre con la lluvia.

El maquillaje es el dolor, la lluvia va borrándolo,

descorriéndolo

y aparece otro rostro, no más real, sino más lúcido.

“No tenemos piano, tenemos lluvia”.

“No tenemos dinero, tenemos lluvia”, decía él gritando.

Subí para ver las trazas

—polvo de comején en los escalones mojados

blancos, fríos, duros,

de una octava moribunda

recalcitrante

donde pedazos de madera sobreviviente aún

gemían.

Anécdotas que quedarán

sobre la muerte del piano

sin acta de defunción

a mano de vándalos.

Mi frustración es que no supe salvarlo.

No supe conmoverlos, perdonarlos.

Verlo subir por la roldana en pleno precipicio a los ocho años,

verlo morir arrastrado casi cincuenta años después

escaleras abajo.

Recé y recé contra el muro del mar

—el agua apenas salpicaba melodías:

ejercicios de Czernic

difíciles de reconstruir

claudicando

ante dramas ordinarios que se irían con la artritis.

Fugas de Bach

desaparecidas entre una ola y otra,

reventadas contra el muro

“salándose”.

“Lago de cómo”, “Habanera tú”,

“Por ahí viene el chino”…

El piano que vivía conmigo ya no está.

como no está marcada la diferencia en la pared

entre tener o no tener un piano.

La diferencia entre oír o no oír una nota,

tener o no tener un destino.

¿Con qué ojos miraba Miles Davis desconcertado

aquel asesinato?

¿Cómo le dejaron presenciar una cosa así?

Ninguna respuesta me podrá consolar.

¿A quién acudir contra esta barbarie que se llama

sociedad?

“Ni locos ni sentimentales

—dice Ford Madox Ford—

solo cuerdos mediocres”

que resisten la ansiedad y no revientan

como cada una de sus cuerdas

sofocadas ayer

en silencio

sin vibrar más.

¿Cómo enterrar un piano, una vergüenza?

Aprecio cada vez más los bárbaros, ellos

no jugaron a la mentida civilización tantas veces.

Ni siquiera habrá un piano.

OJOS NEGROS

I

No era mi padre con sus anchos pantalones de hilo blanco.

Era Marcelo Mastroianni

con su pelo negro todavía, una mota echada hacia atrás,

a lo Elvis.

Sonrisa de labios finos, encima, las tiesas pestañas,

su coquetería.

Uno espera una total entrega suya

y el personaje, luego, nos defrauda,

porque no se va de nuevo en busca

de aquella mujer rusa

(antes la había buscado en San Petersburgo,

¡tan lejos!

habría levantado cada piedra por ella).

Ahora, navega como camarero

despojado del pasado y su fe.

Entonces, descubrí, que no era mi padre

—él hubiera llegado hasta el final por la mujer rusa.

Él, “que todo lo aguantaba por amor”, decía.

Los gitanos siguieron cantando y bailando con sus carros

sobre la estepa húmeda:

“¡Espérenme! ¡Espérenme!”

fue su grito final de personaje.

Pero ellos no se detuvieron

(ni ella tampoco).

Solo el amor regresa, vuelve, al mismo barco

que navega hacia América

donde ella se oculta con su velo y la niebla

del pasado

y él le sirve otra copa de champang

que comparten en la proa.

Mi padre, finalmente, lo deja todo

—también su vida— y aún joven,

recupera bajo el agua

su pasión.

II

Pero el agua era un bote pequeño.

Un bote (sin camarotes) tambaleante,

con música vulgar de bares al fondo, en Cojímar

donde remábamos a pesar de la profunda corriente del río

que, al unísono, sobre las gotas,

arrastraba fango

sin percatarnos, de la mordedura de la morena verde

escondida en la roca

mi padre y yo.

Él subía su voz tan fuerte entonces

y me abrazaba

cuando el agua temblaba más de lo debido.

Desde el fondo, los peces envidiaban la canción

que entonábamos

a sabiendas

“de que el deseo es lo desconocido

y sobre lo desconocido no podíamos tener

ninguna pretensión” ni confianza.

III

Luego, varados junto al cayito

entrábamos al mar que tenía una línea perceptible

entre la limpieza y la suciedad del río

tan marcada en el límite como una ilusión

de que todo lo haríamos juntos en la vida

a pesar de aquel color cambiado,

de aquella época de tránsito

(como siempre fueron las épocas vacías).

Pero, en su proceso, la vida nos separó

dejándolo para un domingo, en marzo,

de personaje en la película que lo recuerda

como actor italiano

padre de hija sin padre ni hermano,

de amigos que se fueron también con la resaca

contra el vaivén de un barco pequeño

donde llevo años bajo una sombrilla

protegiendo todavía a mi hija

para dejarla allí, al descubierto,

a la intemperie también,

en el desamparo de un país que es un bote, una isla,

donde todos parten sin regreso

como en la película.

IV

Después, no sabía qué hacer con la nostalgia del mar

(palabra blanda, sutil)

incapaz de colaborar con la realidad

que enmarca como cuadro triste, todo esto

con lo que uno se parapeta y se desprende

de alguien

sin ser paisaje ni contemplación

entre líneas opacas, barcos sonámbulos,

memorias

que no quieren morir como esos peces

frágiles y fríos a sus pies.

V

La piedra tenía cara de oso polar por un lado

y parecía un jabón por el otro.

La encontramos en Santa Fe

a la entrada del verano

mi padre, mi hermano y yo.

Fue el último día que nos bañamos juntos

en aquella playa rocosa.

Veo aún a mi padre con las olas en las rodillas

tan contento diciéndonos: “siempre vengan aquí

cuando yo no esté”.

Esa tarde recogimos la piedra que fue su lápida.

El jabón se deshizo en pequeñas partículas

esmeriladas

por la constancia del uso

y el oso fue de pronto un animal extraño,

irreconocible

y pacífico.

¡Jamás volvimos a Santa Fe!

Fidel es Revolución

Por María de los Ángeles Polo Vega.

Así dice el hastad que amigos en todo el mundo han posicionado hoy con sus trinos en el ciberespacio, amigos que están celebrando los 88 años de vida de un hombre que ha dejado huellas que son imperecederas.

Y las ha dejado en intelectuales de todo tipo en Cuba y en muchas partes del mundo, las dejó en novelistas fabulosos como Ernest Hemingway o Gabriel García Márquez, en políticos de la talla de Nelson Mandela o de Hugo Chávez, en pintores como Oswaldo Guayasamín que hizo más retratos de Fidel que de su propia esposa, en músicos, en poetas, pero sobre todo, en los pueblos, porque no hay causa justa en ningún lugar del mundo que no haya encontrado eco en la voz y en la pluma de Fidel.

Ahora es Palestina como antes fueron Siria, Libia, Angola o Vietnam…

Porque Fidel supo siempre predicar con la palabra y con la acción…

El 1ro Mayo del año 2000, en una multitudinaria Plaza de la Revolución, abarrotada por más de un millón y medio de habaneros nos daba una hermosa lección de ética a través de un bellísimo poema conocido como “Concepto de Revolución” donde dice que Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; y defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio;
es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; y es también, la convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas.

Porque para Fidel, revolución no es otra cosa que la voluntad de luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo.

Por eso no es de extrañar que millones de personas en el mundo hayan posicionado la etiqueta de #FidelesRevolución, que los creyentes, también por millones, eleven sus oraciones al cielo pidiendo a Dios que bendiga al Comandante, ni que pintores y fotógrafos hagan que sea su rostro uno de los más publicitados del mundo, o que poetas y trovadores con sus versos y sus canciones dan fe de la grandeza del hombre.

Fidel es Revolución, nadie tiene dudas al respecto y a manera de testimonio, acompaño estas palabras con algunos retratos y poemas dedicados a EL.

El cubano Servando Cabrera pintaba así el rostro de Fidel.

El ecuatoriano Oswaldo Guayasamín se inspiraba en sus manos…las manos de Fidel

Pero también a Fidel hombres y mujeres como el Che, Neruda, Gelman, Carilda Oliver, el Indio Naborí o Nancy Morejón lo han convertido en leyenda, en versos, en canción.

He aquí algunos ejemplos:

Canto a Fidel

Carilda Oliver Labra

voy a nombrar a Oriente,

no voy a nombrar la Sierra,

no voy a nombrar la guerra

–penosa luz diferente–,

no voy a nombrar la frente,

la frente sin un cordel,

la frente para el laurel,

la frente de plomo y uva:

voy a nombrar toda Cuba:

voy a nombrar a Fidel.

Ése que para en la tierra

aunque la luna lo hinca,

ese de sangre que brinca

y esperanza que se aferra;

ese clavel en la guerra,

ese que en valor se baña,

ese que allá en la montaña

es un tigre repetido

y dondequiera ha crecido

como si fuese de caña.

Ese Fidel insurrecto

respetado por las piñas,

novio de todas las niñas

que tienen el sueño recto.

Ese Fidel –sol directo

sobre el café y las palmeras–;

ese Fidel con ojeras

vigilante en el Turquino

como un ciclón repentino,

como un montón de banderas.

Por su insomnio y sus pesares

por su puño que no veis,

por su amor al veintiséis,

por todos sus malestares,

por su paso entre espinares

de tarde y de madrugada,

por la sangre del Moncada

y por la lágrima aquella

que habrá dejado una estrella

en su pupila guardada.

Por el botón sin coser

que le falta sobre el pecho,

por su barba, por su lecho

sin sábana ni mujer

y hasta por su amanecer

con gallos tibios de horror

yo empuño también mi honor

y le sigo a la batalla

en este verso que estalla

como granada de amor.

Gracias por ser de verdad,

gracias por hacernos hombres,

gracias por cuidar los nombres

que tiene la libertad.

Gracias por tu dignidad,

gracias por tu rifle fiel,

por tu pluma y tu papel,

por tu ingle de varón.

Gracias por tu corazón.

Gracias por todo, Fidel.

(marzo de 1957)

Canto a Fidel Castro

Ernesto Che Guevara

Vámonos,

ardiente profeta de la aurora,

por recónditos senderos inalámbricos,

a liberar el verde caimán que tanto amas.

Vámonos.

Derrotando afrentas con la frente

–Plena de martianas estrellas insurrectas–

juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte.

Cuando suene el primer disparo y se despierte,

en virginal asombro, la manigua entera,

allí a tu lado, serenos combatientes,

nos tendrás.

Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos:

Reforma Agraria, justicia, pan, libertad,

allí a tu lado, con idénticos acentos,

nos tendrás.

Y cuando se llegue al final de la jornada

(la sanitaria operación contra el tirano),

allí a tu lado, aguardando la postrer batalla,

nos tendrás.

El día que la fiera se lama el flanco herido

donde el dardo nacionalizador le dé,

allí a tu lado, con el corazón altivo,

nos tendrás.

(No pienses que puedan menguar nuestra entereza

las decoradas pulgas armadas de regalos;

perdimos un fusil, sus balas y una peña.

Nada más).

Y si en nuestro camino se interpone el hierro,

pedimos un sudario de cubanas lágrimas

para que se cubran los guerrilleros huesos

en el tránsito a la historia americana.

Nada más.

Canto a Fidel Castro

Pura del Prado

No sé cómo creciste, pero tomaste espuma,

nata de mar, almendra de mañana guajira,

te fue saliendo un gesto de montaña, de puma

arisco a la maldad, de yunque de ira.

Palmas al sol, campiñas y montes orientales,

te hicieron puro y claro como el agua encendida.

Tienes no sé qué cosa de ceiba y maniguales

donde la catarata suena a limpio y a vida.

Tienes hasta las uñas de varón y hasta el trueno

sobre la árida tierra se parece a tu hombría.

Ya nos cambias los gustos hasta en el pan moreno

porque todas las cosas saben a tu hidalguía.

Eres un hombre como los demás,

joven, buen mozo, saludable y fuerte.

La tierra hará tranquila un poco más

de abonos y rosales con tu muerte.

El cielo te conoce enamorado

te ha visto padre como tantos otros,

y sabe el salto al fuego que tú has dado

para sacrificarte por nosotros.

Porque fuiste cruzando como un tren

por paisajes de lacras y pobreza,

bajaste a pelear en un andén

y se volvió heroísmo tu tristeza.

Canto a ti, a tus muchachos aradores del aire

con la profunda reja del fusil y la llama,

ejército sin bozo que alza el grito de Baire

hasta desde sus verdes ataúdes de grama.

Mañana lloraremos los muertos juveniles

y cantando los himnos construiremos el día.

La paz, el pan, la dicha, saldrán de los fusiles

que en las montañas cantan fuegos de rebeldía.

I

Viste un pueblo desolado

una caña de amargura,

como de mujer impura

el patrio vientre manchado,

te indignó de lado a lado

su mejilla de dolor,

de frente a su abusador

tú encendiste nuestra guerra

con campesinos sin tierra

de la región del honor.

II

Veo en ti como crecer

lo que se quedaba enano,

con un gesto de tu mano

nos das el amanecer.

Por quererte hay que querer

todos los muertos de luz

que subieron a la cruz

del sacrificio por Cuba

y subir adonde suba

tu romántico arcabuz.

III

Va la justicia por ti

abierta de par en par,

y nos vino por el mar

en tu yate de mambí

un recado de Martí,

terreno para el montuno,

opresión para ninguno

y libertad para todos,

decencia hasta por los codos

y castigo para uno.

IV

En la fila de ladrones

tú no has formado jamás,

ni Atila ni Barrabás

usaron tus pantalones.

Ni te compran los doblones

ni tienes un mal pasado,

un pueblo desalentado

se esperanza en que eres puro.

De ti depende el futuro

de nuestra fe, ten cuidado.

V

No son males de apariencia,

sino gangrenas de fondo

las que duelen en lo hondo

como un pus de la decencia.

No se trata de impaciencia

por derribar un bribón,

te quiero como un ciclón

que nos limpie totalmente

de bandoleros la frente,

de abusos al corazón.

VI

Creo en ti, en tu valentía,

que es la del pueblo cubano,

creo en la casa de guano

que te abre su portería,

creo en la alta serranía

que te esconde protectora,

creo en el día y la hora

en que alzarás un Turquino

por siempre en nuestro destino

con tu idea triunfadora.

VII

Me gusta verte soñando,

rodeado de aguas salobres,

en el triunfo de los pobres

y el fin del hasta cuándo.

Me gusta saber que andando

el tiempo tú subirás

y no te corromperás

porque crecerán tus hombros

no para llevar escombros

sino el amor de los más.

VIII

Eres bueno, y como tal

te duele matar soldados

y los quieres conquistados

para tu limpio ideal.

Como un puñado de sal

le das sabor al decoro,

tengo muertos que no lloro

pues cayeron por tu sueño

de elevar este pequeño

rebaño inclinado al oro.

Te amo en el pueblo, Fidel,

pensar en ti me ilumina,

eres un sol en la esquina

con tu foto en el papel.

Y se me vuelve de miel

el periódico contigo

porque eres un haz de trigo

que brilla entre tanta sombra.

Se enriquece si te nombra

el corazón de un mendigo.

Has pasado por dolores

como mordiendo metal

Picaron auras del mar

en tu costado de amores.

Pero cuantos sinsabores

quisieron doblar tu frente

se encontraron de repente

sor tu firmeza mellados

y te vieron, asombrados,

derecho como una fuente.

El abogado desconocido

Justo Rodríguez Santos

En nombre de la Estrella Solitaria,

en nombre del Apóstol agredido,

en nombre de su pueblo esclavizado,

llega un joven de toga y pergamino.

A denunciar el crimen alevoso

y la diversidad de los delitos,

concurre un abogado cuya firma

estrena el cartulario en el registro.

Apartando legajos y expedientes,

cuya resolución abarca siglos,

la denuncia del pueblo, por su mano

habla a los tribunales sorprendidos.

Muestra el retrato del traidor, su ficha,

sus crímenes y robos repetidos.

Código en mano, suma las sanciones

que deben sus variados latrocinios

y reclama lo enjuicien sin tardanza

y ocupe su lugar en el banquillo.

Sus palabras anegan el silencio

que reverbera, terso y cristalino.

Pero las graves momias del birrete

parecen no entender el verbo digno.

Un ciudadano humilde, con un sobre,

un abogado nuevo y decidido,

que aprieta las clavijas de la ley

para que se oigan todos sus registros!

Marcha triunfal del Ejército Rebelde

El Indio Naborí (Jesús Orta Ruiz)

¡Primero de Enero!

Luminosamente surge la mañana.

¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero

de la redimida bandera cubana.

El aire se llena de alegres clamores,

se cruzan las almas saludos y besos,

y en todas las tumbas de nobles caídos revientan las flores

y cantan los huesos.

Pasa un jubiloso ciclón de banderas

y de brazaletes de azabache y grana,

mueve el entusiasmo balcones y aceras,

grita desde el marco de cada ventana.

A la luz del día se abren las prisiones

y se abren los brazos: se abre la alegría

como roja rosa en los corazones

de madres enfermas de melancolía.

Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes,

con trajes de olivo vienen de las lomas,

y por su dulzura, los héroes triunfantes

parecen armadas y bravas palomas.

Vienen vencedores del hambre y el frío

por el ojo alerta del campesinado

y el amparo abierto de cada bohío…

Vienen con un triunfo de fusil y arado.

Vienen con sonrisa de hermano y amigo,

vienen con pureza de vida rural,

vienen con las armas que al ciego enemigo

quitó el Ideal.

Vienen con el ansia del pueblo encendido,

vienen con el aire y el amanecer,

y, sencillamente, como el que ha cumplido

un simple deber.

No importan los días de guerra y desvelo,

no importa la cama

de piedra o de grama,

sin otra techumbre que ramas y cielo.

No importa el insecto, no importa la espina,

la sed consolada con parra del monte,

la lluvia, los vientos, la mano asesina

siempre amenazando en el horizonte.

¡Sólo importa Cuba, sólo importa el sueño

de cambiar la suerte!

¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño,

ni viene asombrado de tutear la muerte!

Los niños lo miran pasar aguerrido

y piensan, crecidos por la admiración,

que ven un rey mago rejuvenecido

y con cinco días de anticipación.

Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos,

alumbran su rostro cien fuegos de gloria.

Pasan capitanes, curtidos labriegos

que vienen de arar en la Historia…

Con los invasores pasa el Che Guevara,

alma de Sarmiento1 que trepó el Turquino,

San Martín2 quemante sobre Santa Clara,

Maceo del Plata, Gómez3 argentino…

Pasan lindas reinas sin otras coronas

que su sacrificio: cubanas marciales,

gardenias que un día se hicieron leonas

al beso de doña Mariana Grajales…

Ya entre los mambises del bravío Oriente,

sobre un mar de pueblo, resplandece un astro,

ya vemos la cálida frente;

el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro…

Lo sigue radiante su hermano Raúl,

y aplauden al paso del héroe ciudades quemadas,

ciudades heridas que serán curadas

y tendrán un cielo sereno y azul.

Fidel fidelísimo, retoño martiano,

asombro de América, titán de la hazaña

que desde las cumbres quemó las espinas del llano

y ahora riega orquídeas, ¡flores de montaña!

Y esto que las hieles se volvieran miel,

se llama… ¡Fidel!

Y esta que la ortiga se hiciera clavel,

se llama…¡Fidel!

Y esto que la patria no sea un cuartel,

se llama…¡Fidel!

Y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,

esto que la sombra se volviera luz,

esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre:

FIDEL CASTRO RUZ.

Ronda de la fortuna

Nancy Morejón

Fidel tiene fortuna,

una sola fortuna:

estar,

entre nosotros,

por un mundo mejor.

Qué fortuna mayor.

Fidel,

sin odio y sin hiel,

abre muros

y ventanas.

Fidel

Fidel tiene fortuna,

una sola fortuna,

la fortuna de ser

Fidel

Su presencia

Virgilio López Lemus

Su nombre es un verbo: sea el día

y sean las noches. Nadie puede resumirlo,

no se dedica un poema directamente a él,

ni una pieza recién hecha, ni una fábrica.

Es un padre, pero todos lo vemos como el mejor

de los hermanos, el amigo más alto.

No se le dedica directamente cosa alguna

pero cada hombre del pueblo moriría por él

en cualquier circunstancia.

1987

* Tomadas del libro Viaje a los frutos. Selección de Ana Cairo. Ediciones bachiller, 2006.

…………………………………

todos junto a Palestina

Por María de los Ángeles Polo Vega.

Todos conocemos la despiadada y brutal masacre de la que es víctima el pueblo palestino por parte del estado sionista de Israel.

Las desgarradoras imágenes solo pueden dejar indiferentes a quienes en el arte matar cultivan sus millones, pero los pueblos, esos que no se equivocan, saben ver las diferencias y condenan estos crímenes de lesa humanidad aun cuando los grandes medios de comunicación en el mundo maticen lo que resulta imposible de silenciar

Es por eso que, la intelectualidad cubana, liderados por sus escritores, desarrollarán el próximo miércoles 13 de agosto a las 11 de la mañana, un acto de solidaridad con Palestina, en la sala Villena de la UNEAC, en 17 y H en el Vedado.

Allí, poetas, cantores, narradores, cronistas y periodistas de Cuba, junto a algunos invitados llegados desde otras partes del mundo, alzarán sus voces y entre versos y canciones expresarán su indignante rechazo ante esta nueva y repugnante forma de fascismo que está surgiendo con notable fuerza en este momento de la historia humana, como lo calificara el propio Fidel en recientes reflexiones.

Y como dice también el llamamiento hecho hace pocos días en Medellín por el Movimiento Poético Mundial, Ya hicieron de Palestina un gueto: ¿Lo que sigue es el exterminio, es esa la Solución Final?

Una realidad que nos negamos a admitir los hombres y mujeres de buena voluntad en todo el mundo, y donde su intelectualidad de avanzada, se niega a permanecer en silencio.

Ante esta nueva, pero antigua y terrible agresión al Pueblo Palestino, unimos también nuestros voces a los poetas del mundo para, decir ¡ Basta Ya!.

Es imposible mantenerse en silencio ante las escalofriantes imágenes de tantos niños palestinos muertos entre los escombros de sus propias casas que son destruidas a diario por las bombas israelíes.

Y aquí. A manera de dossier, algunos de los poemas, canciones y declaraciones que serán leídos en este acto de los intelectuales cubanos que apoyan la justa lucha del pueblo de Palestina.

Alex Pausides

TIERRA SANTA.

El nervio, la sospecha

El joven recluta parapetado tras un automóvil semidestruido

Su fusil en ristre apunta hacia la puerta del templo

Cuatro religiosos vestidos de negro salen con una camilla y un miliciano muerto

Respira la sospecha a 25 metros de la puerta de la Iglesia de la Natividad en Belén

de la casa de Cristo del Hijo de Dios y el Soldado que apunta amenazante

El cura de negro como peón de la muerte

El miliciano camino al paraíso que le ofreciera Alá.

Jorge Palma.

PAÑUELOS.

El cielo está cubierto

con pañuelos de luto

y no se ve el sol.

¿O son nubes negras

que no dejan ver el cielo?

UNA GRIETA.

Sólo nos queda una grieta

por donde entra un rayo de luz.

Sólo eso.

¿CUÁNTOS SEREMOS HOY?

Las calles están repletas de ausencias

y los muertos sin sepultura

reclaman.

Nadie se anima a mirar la calle

donde cayó la muerte.

Tampoco nadie se anima a contar

los parientes dentro de cada casa.

En el silencio enlutado

álguien ha dicho: “¿Cuántos

de nosotros seremos hoy?”

Incertidumbre y dolor.

Oscuridad en las cocinas

donde nadie prueba bocado,

ni se anima a contar

con los dedos temblorosos

de una mano.

EL OLIVO.

Hablemos del fruto:

tu hueso encierra la semilla

de la que todos comemos,

y añoramos como a una madre

estando lejos.

Refugio,

bandera vegetal, donde

se hunden las raíces

de la historia.

Así de simple y poderoso.

UN PÁJARO ESPERA

Un pájaro aguarda que termine

la lluvia de fuego

en un alambre tensado

entre dos mundos.

El pánico lo convierte en piedra.

De un lado del aire

ni siquiera hay luz

en las casas más precarias.

Del otro lado, llora una mujer

desconsoladamente.

El fuego que golpea

de un lado al otro

como un relámpago,

como un nervio enloquecido

como un látigo,

deja ver

de vez en cuando,

la silueta de un pájaro

aterrado

en medio de la lluvia.

LOS NIÑOS DEL CIELO.

(conversación)

– -¿Qué haces Hassin?

– Cuento ataúdes. Pero siempre pierdo

la cuenta. Son muchos.

– -¿No te aburre?

Jorge Palma /PALESTINA EN POEMAS.

Palestina.

Si la patria de los Palestinos

es Hebrón, Galilea, Jerusalén

¿porqué no están mis hermanos

viviendo en Hebrón, en Galilea,

en Jerusalén?

Dios, dime: ¿dónde están

mis hermanos

que los he venido a visitar?

Dios: no estás en Hebrón,

en Galilea, en Jerusalén.

¿Dónde estás, Señor?

Sumas y restas.

Una piedra más otra piedra

más otra, dan como resultado

una ciudad, un camino de regreso,

un lugar preciso

en el mapa personal.

Una piedra menos otra piedra

menos otra, dan como resultado

una ciudad vacía, un camino

sin retorno,

un lugar vacío donde había

una ciudad

el nombre de un lugar

que ya no está en el mapa.

Sólo queda el recuerdo

de un sitio preciso

el contorno de una ciudad

el ruido de un lugar

que se apaga

en la memoria

que lentamente desaparece

y con el transcurso

de los años, sólo se nombra

como un lugar lejano,

remoto y perdido en el tiempo.

El perseguido.

(piensa el desterrado)

He sufrido mucho: del frío, de mis huesos

y articulaciones, de dolores que no siempre

vienen del cuerpo material

sino de algo intangible y vulnerable

que algunos llaman alma.

¿Pero acaso he sufrido más que mis hermanos

en Mazada?

He sido silenciado, apagado, cubierto

con un velo de humo negro, como

silencian a un pájaro en su jaula

durante el día, para que no cante.

Pero nunca más que Ovidio, con su

boca cosida y a la intemperie.

No tengo nada.

No tengo nada.

He visto morir a un niño

mientras jugaba

en la puerta de su casa.

No tengo casa.

No tengo nada.

He visto como un coche escuela

quería imitar el vuelo

de los pájaros, volando

por el aire envuelto en llamas.

Entonces tengo todo.

He sido silenciado.

He sido golpeado.

He sido sepultado vivo.

Apedreado

con mis propias piedras,

expulsado

de mi propio cielo

y perdonado

sin haber hecho nada

y calumniado

en medio de la calumnia.

He sufrido del frío

igual que los ángeles

en la tierra.

He sufrido por tener alas

y por no tenerlas.

Y eso que en mi casa

cuando la tenía

había herraduras

sobre las ventanas

y la puerta

y tréboles de cuatro hojas

y pañuelos

con la forma de mi patria.

No tengo caballo.

No tengo caballo.

Pero estoy vivo

Y puedo todavía contarlo.

La noche no es igual

para todos

y el cielo es el mismo.

He envejecido

más de la cuenta,

más que los otros peces

de este río.

No tengo caballo.

No tengo caballo.

Pero estoy vivo

Y puedo contarlo.

Y mientras pueda hacerlo,

todos sabrán

que hemos sido golpeados

que hemos sido silenciados

que hemos sido sepultados

en vida

apedreados

con nuestras propias piedras

expulsados

de nuestro propio cielo

y perdonados

sin haber hecho nada

y calumniados

en medio de la calumnia

y que no fueron suficientes

las herraduras

sobre las ventanas

y las puertas

ni los tréboles de cuatro hojas

en las casas

cuando había casa

y pañuelos

con la forma de la patria

cuando había cielo.

Sólo son truenos.

(recuerda Hassin)

La vida nada tiene que ver con eso.

Te dirán, sin mirar más allá

de sus manos, que no vale la pena,

si al fin, y para qué…

Mi madre, que era analfabeta

ponía su cuerpo junto a las ventanas

y cantaba tan alto como le diera

la voz, para tapar el sonido

de las bombas cayendo en el huerto.

Mi madre no mentía. Sólo lo hacía

para que durmiéramos sin temor.

Cuando temblaba el cielo

y se sacudían los olivos

y las cobijas, ella sólo decía:

“Son truenos, mi niño, sólo eso”.

Pero la vida,

la vida no tiene nada que ver.

Pañuelos.

El cielo está cubierto

con pañuelos de luto

y no se ve el sol.

¿O son nubes negras

que no dejan ver el cielo?

Una grieta.

Sólo nos queda una grieta

por donde entra un rayo de luz.

Sólo eso.

¿Cuántos seremos hoy?

Las calles están repletas de ausencias

y los muertos sin sepultura

reclaman.

Nadie se anima a mirar la calle

donde cayó la muerte.

Tampoco nadie se anima a contar

los parientes dentro de cada casa.

En el silencio enlutado

álguien ha dicho: “¿Cuántos

de nosotros seremos hoy?”

Incertidumbre y dolor.

Oscuridad en las cocinas

donde nadie prueba bocado,

ni se anima a contar

con los dedos temblorosos

de una mano.

El olivo.

Hablemos del fruto:

tu hueso encierra la semilla

de la que todos comemos,

y añoramos como a una madre

estando lejos.

Refugio,

bandera vegetal, donde

se hunden las raíces

de la historia.

Así de simple y poderoso.

Dirección postal.

Cuando me muera, ¿a dónde

llegarán mis cartas?

Mientras dure el alquiler, seguirán

amontonándose en la pequeña

cajita de metal, y una vez que

haya expirado el tiempo de contrato,

¿dónde quedarán? ¿quién las guardará?

Las empleadas que me conocen y me

saludan amablemente ¿se acordarán

de mi?

Mientras tanto las guardarán

en el casillero “No reclamadas”.

¿Por cuánto tiempo?

¿Por cuánto tiempo las guardarán?

¿En qué momento ya nadie sabrá

que son mis cartas?, que contienen

palabras sólo importantes para mí,

que hablan de mis cosas

que no tienen ningún sentido

para nadie, sino para un minúsculo

círculo en un punto insignificante

del universo.

Cuando muera no tendré dirección postal,

nadie podrá saber dónde vive el poeta,

nadie podrá llegar a mi casa

nadie se perderá buscando donde vivo

porque mi casa está en todas partes

y la dirección

está escrita en el cielo.

Breve poema árabe.

En la inmensidad de tus ojos

se muere un camello

y yo siento que pierdo

la mitad del cielo.

Biografía inconclusa.

Vivir, morar, estar en un sitio determinado

no es lo mismo que vivir.

A menudo se dice de un peregrino, de un

exilado, de un desterrado de su propio cielo

y sin contradicción: “En los últimos años

vivió en tal o cual ciudad”. Pero cómo se puede

vivir, es decir, sentir la vida que a cada uno

le ha tocado vivir, si no está en su lugar,

en su sitio, bajo su mismo cielo,

el que lo vio nacer.

No es lo mismo vivir, que estar vivo.

Por ejemplo: Mahmud Darwish, estaba

vivo en Ammán, en Ramallah.

Pero se murió soñando con Birwa,

con Galilea, donde estaban, muertos

o vivos todos sus pájaros.

Todos los caballos juntos.

Algún día

todos los caballos se reunirán

en un lugar de la tierra.

Vendrán de todas partes,

de todas las regiones.

De los antiguos lugares

donde jamás cesa la lluvia.

Desde los lejanos lugares

donde nunca anochece.

Desde los remotos lugares

donde dicen,

ya no existen los caballos.

Vendrán.

Algún día,

todos los caballos se reunirán

en un lugar de la tierra.

Un pájaro espera

Un pájaro aguarda que termine

la lluvia de fuego

en un alambre tensado

entre dos mundos.

El pánico lo convierte en piedra.

De un lado del aire

ni siquiera hay luz

en las casas más precarias.

Del otro lado, llora una mujer

desconsoladamente.

El fuego que golpea

de un lado al otro

como un relámpago,

como un nervio enloquecido

como un látigo,

deja ver

de vez en cuando,

la silueta de un pájaro

aterrado

en medio de la lluvia.

Los niños del cielo.

(conversación)

– -¿Qué haces Hassin?

– Cuento ataúdes. Pero siempre pierdo

la cuenta. Son muchos.

– -¿No te aburre?

Danny Rivera/AL-LĀH, SOY PALESTINO.

Dígame Yahvé, cómo regreso al camino de luz del amor y el perdón. Luego que los escogidos, han sido los que han comenzado esta matanza.

Al-lāh, soy palestino, y he aprendido verte en los ojos y la fe de los demás. Soy devoto de los Yahvé, los dioses buenos que no tienen barreras en sentimiento al expresar amor. Disfruto vivir a plenitud la fraternidad amorosa. Soy hijo de la misma gleba terrestre, del mismo polvo y éter celeste, cosmogónico. Gravito en las mismas unidades de tiempo y espacio, de este sagrado hogar, palestina, el mundo: el que comparto a veces con cierta alegría, con los que nos ofenden, y nos estiman, o con los que nos asesinan, y con los que en ocasiones nos protegen del enemigo.

Soy discípulo de la diversidad del misterio, respetuoso de las leyes, aunque estas por momento caigan con fuerza despiadada contra los más débiles. Giro como el sol y busco como todo ser que habita, piensa siente, y necesita, creer en lo trascendental; Que vinimos a la vida a preparar un gran servicio de conciencia hacia la felicidad, por una convivencia que nos ampare y nos proteja de nosotros mismos.

Al-lāh, nací Palestino, tú lo sabes mejor que nadie, gentil, como solían llamarnos en épocas pasadas, para distinguir al ciudadano que no pertenecía a la raza de los “escogidos”. Que el Yahvé piadoso de mis hermanos judíos, no le permitía entrada al reino de los cielos.

Qué fue de aquel tiempo donde vivíamos en paz y armonía palestinos y judíos, escogidos y gentiles? Nosotros labrábamos la tierra, para sembrar los olivares, y ganarnos el sustento, para con su aceite sagrado ungir estómagos hambrientos, y mentes e ideas impuras. Las que nacieron con la invasión del colono imperialista. Llegaron para matar tierra, semillas, vidas, dividir, crear cizañas, entre una población que compartía la vida con felicidad y respeto del uno por el otro. A los dioses buenos le pareció beneficioso que madres judías y madres palestinas, se prestaran senos para a amamantar a sus hijos, en los tiempos de precariedad, y que la leche de ambas fuese la representación de la convivencia más digna, bella, y respetuosa de ese tiempo. Esa leche era el bautizo de la tierra prometida para todos, gentiles y escogidos. Todos éramos los escogidos. Al-lāh… Porqué ahora, nos han desterrado de nuestra nación, patria, tierra amada palestina. Inclusive según los escogidos, nosotros no somos bienvenidos al reino de los Dioses buenos.

Por qué la tierra de los olivares y del jazmín, nos la han convertido en un infierno de muerte, oye YAHVÉ, soy palestino, quiero saber, si este ángel caído, hijo de mis entrañas, que hoy llevo en mi regazo hacia su morada final, lo recibirás como gentil, o como escogido? Dígame Yahvé, como regreso al camino de luz del amor y el perdón. Luego que los escogidos, han sido los que han comenzado esta matanza.

Al-lāh, el atareado rumor de tu silencio lo puedo escuchar,
cuando me acerco a tus ojos con un beso, me acerco
con fieles pensamientos, que me conducen a tu espíritu de paz…
Yo en constante travesía por tus senderos, Sé que viajo en tu
universo que es mi refugio mi hogar. La repetición de un cuento
breve y eterno… Oh Al-lāh, tú me incitas a creer, cuando escucho
en tu silencio, que tú me ayudas a no perderme en este mundo de
guerras y tormentos.

Porque eres mi candil mi escudo, la estrella encendida que no apaga,
Oh, Al-lāh eres la voz que me invitas, a resistir, a cantar a perdonar.

(Fuente: EDH Cuba, 28 de Julio.2014)

Etnairis Ribera/¡TAJISH PHALESTIN!

Una torre de fortaleza en medio del desierto, una fuente de luna

para la paz en Palestina, un canto enredado a los vientos, una túnica larga

de sol ardiente, los pies descalzos en la arena, una espada curva de noches

Al Habibi, parecemos vencidos en nuestra tierra, exilados del amor

un canto que se desangra alalalalalalalala aprisionado en su propia tierra

¡Tajish Phalestin! en tu resistencia, vivan tus hijas y tus hijos

sobrevivientes sobre la sangre de tus niños asesinados

En tanto es la guerra bíblica y el rencor con el pozo sin agua, por el agua

de quién es más hijo de Yavhé, mientras vivimos el pan de Alá bajo las bombas

y nos dolemos y tallamos la paz sobre la corteza del árbol que no existe

Puerto Rico, 17 de julio de 2014

Georgina Herrera/CAPERUCITA PALESTINA.

En una versión moderna y lamentable

del cuento que todos conocemos. En

Beirut, impunemente, el Lobo cerca a

Caperucita con pólvora incendiada.

Está a punto de devorarla.

Si el verso no te ampara… ¿De qué sirve?

Ante tu imagen

las imágenes pierden su sentido.

Sería risible

que alguien hablara

de flor desecha o de luceros tristes.

Caperucita, todo

te acerca a mi, justo al momento en que los lobos

sacian en ti su hambre más antigua.

Alguien corre contigo entre los brazos

y vas dejando un signo de sangre.

Tu sangre.

No vaya nadie a compararla con las rosas.

Nada tiene que ver con pétalo y perfume.

El Lobo sabe mucho.

Te ha cercado con fuego

y el verso no hace caer la lluvia que lo extinga.

Caperucita, el desamparo

te ha vuelto gris.

Estoy mirando como cuelgan tus piernas,

parecidas a…De nada vale compararlas.

Lo cierto es que alguien echa a andar

hacia atrás, velozmente, todo

lo que parezca ternura,

que chillamos, chillamos y nada ni nadie lo detiene.

Caperucita, el verso

te quiere mal, lo hago, lo destrozo y lloro.