Por María de los Ángeles Polo Vega.
El poeta revolucionario Manuel Navarro Luna nació el 29 de agosto de 1894 y a 120 años de su natalicio el Festival Internacional de Poesía de la Habana le rinde homenaje con la presentación de un volumen editado por la colección SurEditores, que recoge toda la obra poética del bardo manzanillero y que tiene, como valor agregado las opiniones críticas de importantes intelectuales de Cuba y otras partes del mundo, emitidas en los momentos en que cada uno de aquellos cuadernos salía a la luz, así como otros textos suyos que permanecieron inéditos hasta ahora.
Un libro extraordinario, de más de 500 páginas, que a manera de prólogo trae las palabras que pronunciara Roberto Fernández Retamar en ocasión del traslado de sus restos mortales a la ciudad de Manzanillo y que posteriormente se publicaran en el número 14 de la revista Revolución y Cultura, en 1973, y que expresan, a juicio de los editores, con absoluta actualidad la justa dimensión del gran poeta que es Manuel Navarro Luna.
En esta antología poética de gran utilidad para los estudiosos de la literatura, encontramos valoraciones de Bonifacio Byrne, Raúl Roa, Juan Marinello, Enrique José Varona, Nicolás Guillén y Pablo Neruda, por solo citar algunos nombres.
Es Manuel Navarro Luna uno de los poetas civiles más importantes del siglo XX y su libro Surco, de 1927 está considerado como el primer libro vanguardista de nuestra literatura. Su tono profético e inmensamente humano tiene sus pares en León Felipe, Vladimir Maiakovski y Aimé Cesaire.
Navarro Luna fue un comunista consagrado y por esta ideología padeció cárceles y marginaciones en los años difíciles de la República, de él dijo nuestro Nicolás Guillén en el lejano 1949 “Hay el Navarro modernista de los primeros días, y el vanguardia de los tiempos de Avance, y el de las vastas inquietudes sociales de nuestra época y todos ellos hacen un solo Navarro verdadero; el poeta universal, telúrico, construido de sangre propia y ajena, y por quien muchas gentes fuera de Cuba saben que hay en nuestro breve territorio un pequeño puerto llamado Manzanillo, desde donde suena sobre América su gran voz”.
Y más tarde, en ocasión de conmemorarse el primer aniversario de su desaparición física, el propio Guillén expresó:” Aunque los años pasen y se amontonen en siglos, esta voz resonará impetuosa. Marcará uno de los momentos más profundos de la lírica cubana y también más altos. Que en esa correlación entre lo que es abismo y cúspide está la poesía de quien no solo fue un gran artista sino un gran hombre”.
Con más de 30 años desaparecido de nuestras librerías, vuelve Navarro Luna, gracias a la colección Sur Editores del Festival Internacional de Poesía de la Habana a estar disponible para las nuevas generaciones de lectores cubanos, el poeta social y enérgico pero también delicado e intimista, que le dedicó versos a la patria, sus héroes y su historia, a la madre, al padre, a la esposa y a la hija, a sus amigos, y para quien nada humano fuera ajeno.
Los poemarios recogidos en esta antología son Ritmos Dolientes de 1919, Corazón Adentro de 1922, Refugio de 1927, Surco de 1928, (considerado el iniciador del vanguardismo en la Literatura Cubana), Pulso y Onda de 1932, La tierra Herida de 1936, sus Poemas Mambises de 1943, Décimas de 1949, Así es, escrito en 1949 y nunca publicado en vida del autor, hasta que en 2005 SurEditores lo hiciera en coedición con la editorial Orto de la ciudad de Manzanillo, sus TRES Cantos a la Vida, también de 1949,Los poemas del Padre, de 1950;su Elegía a Doña Martina de 1951,décimas dedicadas a su madre, la generosa mujer que más de cien años vivió.
También nos encontramos con El Padre Nuestro, poema escrito el 28 de enero de 1953 y publicado en la Revista Bohemia en febrero de 1953, dedicado a José Martí por su centenario y del que escribiera Rafael Soto Paz que “ es tal vez, lo único grande, lo único digno al maestro en este Centenario lleno de sombras y, sobre todo, de tanta hipocresía”.
En esta antología poética de Manuel Navarro Luna se recogen además sus Serenatas de 1955, dedicadas a su hija Ana Navarro Lauten, canciones que como dijera Joaquín G. Santana, “Parecen madrigales. Son verdaderos madrigales .Pocas veces la letra de una canción resiste verse impresa. Por lo general se escriben para ser oídas y no leídas. Estas sin embargo, por la carga poética que de ellas se desprende, pueden soportar esta prueba de fuego”.
Y como es de suponer no podían faltar sus Poemas Mambises de 1959, en los que como dijera Cintio Vitier, “Cuba entera está, vibrando poderosamente erguida…” para concluir con sus Odas Mambisas, sus Odas Milicianas y otros poemas que, como dijimos al inicio de este comentario, permanecieron inéditos hasta ahora.
A manera de muestra hoy compartimos algunos de sus poemas.
Socialismo
(1915)
Vano es luchar: La podredumbre suma
todo lo invade y lo corrompe todo.
Si el mar no forma en la ribera espuma
es porque la ribera tiene lodo.
Impera la estulticia de tal modo
que a su presencia la verdad se esfuma.
El que lucha se queda en un recodo
del camino, tendido entre la bruma.
Mientras la humanidad no se renueve,
mientras al hambre por demás aleve
el hombre tema como a un negro abismo,
no alzará su bandera victoriosa,
su bermeja bandera esplendorosa,
el Supremo Ideal del Socialismo
Santiago de Cuba
(1957)
(tal vez el más conocido de sus poemas)
Deja que los muertos entierren
a sus muertos
¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!
¡Por allí anda la madre de los héroes!
¡Por allí anda Mariana!
¡Estaréis ciegos
si no veis ni sentís su firme y profunda mirada…!
¡Estaréis sordos si no escucháis sus pasos;
si no oís su tremenda palabra!
“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”
Así exclamó aquel día, junto al cuerpo de Antonio
—¡de Antonio, nada menos, que sangraba
herido mortalmente!— cuando todas
las mujeres allí gemían y lloraban…!
“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”
¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!
Allí las madres brillan
como estrellas heridas y enlutadas.
Recogieron el cuerpo de sus hijos
derribados por balas mercenarias,
y, después, en la llama del entierro,
iban cantando el himno de la Patria.
¡También lo iban, junto a ellas,
el corazón, sin sueño, de Mariana…!
“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”
Hay muertos que, aunque muertos, no están en sus entierros;
¡hay muertos que no caben en las tumbas cerradas
y las rompen, y salen, con los cuchillos de sus huesos,
para seguir guerreando en la batalla…!
¡Únicamente entierran los muertos a sus muertos!
¡Pero jamás los entierra la Patria!
¡La Patria viva, eterna,
no entierra nunca a sus propias entrañas…!
¡Es Santiago de Cuba!
¡No os asombréis de nada!
¡Los ojos de las madres están secos
como ríos sin agua!
¡Están secos los ojos de todas las mujeres!
Son fuentes por la cólera agostadas
que están oyendo el grito
heroico de Mariana:
“¡Fuera! ¡Fuera de aquí!
¡No aguanto lágrimas!”
¡Venid! ¡Venid, clarines!
¡Venid! ¡Venid, campanas!
¡Venid, lirios del fuego,
a saludar las rosas de vuestras propias llamas!
Coplas.
Navarro Luna te llamas
y en esta Revolución,
eres la pura canción
y la voz que la proclama.
Hombre de estirpe ejemplar,
en tu radiante universo
es la dimensión del verso
tu sinceridad impar.
Dueño de claros senderos,
de montañas y de ríos,
tú nunca sentiste frío
en tu guerrear verdadero.
Cantaste a la libertad
como ninguno en tu tierra
y por eso de la Sierra
te viene la eternidad.
Las auroras que previeron
tus pupilas y tus cantos,
han vencido ya el quebranto
y en un himno florecieron.
Las aguas de tu amistad
nunca son turbias ni frías,
y no he visto todavía
mayor generosidad.
Rodeado de juventud,
de esperanzas y de anhelos,
has conocido el desvelo
en siembras de pulcritud.
No podrá ninguna daga
herirte por el costado,
pues eres el fiel soldado
de una luz que no se apaga.
La vida que tú has vivido
como una pulida estrella,
es para morir por ella
con el pecho bien erguido.
Podrán los años pasar
y tu aliento sucumbir,
mas tú eres ruta a seguir
y luz para caminar.
Padre Nuestro
(28 de enero de 1953)
Homagno generoso,
Padre nuestro..!
La Patria fina,
transparente y radiante;
la Patria unida y fuerte,
sin amos y sin yugos;
la Patria cristalina y pura;
la Patria honda,
honrada,
próspera,
feliz,
respetada
y amada…
La que forjó la sangre y el metal de tu sueño…!
"La Patria con todos y para el bien de todos"…
la tendremos un día…!
Sí, Padre, la tendremos..!
La tendremos…!
Aún trabaja tu sangre;
aún los latidos de tu pensamiento
resuenan en la sombra desvelada;
aún sentimos el fuego
de tu espíritu abriendo los surcos anhelantes;
aún la campana de tu frente,
con la opulenta voz de sus relámpagos,
socava la negrura cómplice del silencio
podrido y tenebroso; aún tu palabra ardiente
cruza como una ráfaga de soles,
como los pasos firmes e inflamados del viento;
como un tumulto de banderas libres;
como una llama de clarines jóvenes;
como una aurora resonante de libertadores aceros…!
Padre,
Padre nuestro…!
Todo lo que tú ves,
todo lo que estás viendo,
toda la podredumbre que se muestra a tus ojos;
la carroña infernal que se arrastra viviendo;
que no quiere la estrella porque ilumina y mata;
pero sí el yugo para uncirse al yugo
porque con él se goza; los miserables cuerpos
que huyendo de la estrella la traicionan
cada vez más hundidos en la infamia. Los negros
estandartes del lodo; la "rica y ancha avena
y la caliente paja"…¡Los caminos abyectos
que erigen la conciencia de la sombra y el crimen…
¡todo esto
lo verás derribado por la estrella iracunda,
encendida en los hombros de tu pueblo…!
¡La misma estrella que lució en tu frente
ya tú de píe en el yugo,
Padre nuestro!
Delante de las rojas,
de las abiertas y hondas heridas de tu sueño;
frente al dolor en cuyas negras zanjas
los nobles oriflamas se abatieron
como alas destruidas, se alza el pecho
de la infinita luz que aún conduce tu frente
para quemar los cercos de la muerte, los cercos
del mal y del oprobio…¡Ya veremos
derribadas las sombras; y los viles,
los que a la Patria dolorida hundieron
en la deshonra y en el fango, todos
arderán en la llama, en el terrible fuego
que derrama la estrella,
Padre nuestro…!
Estas columnas lívidas de llanto;
estos charcos de horror donde los harapientos
niños están jugando con las lágrimas;
esta Patria con amos y estos hombres famélicos,
(¡campesinos que esperan, tan solo, la injusticia
que ha de venir, al cabo, a arrojarlos al medio
de los caminos, Padre nuestro…! (¡Tantos libertadores
a quienes ha robado su tierra el extranjero…!
Estas rosas de espanto;
estas vertientes frías del hambre,
y el desprecio
a los propios hermanos, a los hermanos negros…!
Como si alguien pudiera ser más grande que Antonio,
el Capitán tremendo
que a punta de coraje, de vergüenza y de sangre
la Patria libertó, para que en ella
sembraran sus latidos los blancos y los negros…!
Detrás de esta tiniebla dilatada;
de este cáliz de horror, de los horrendos
paisajes de la muerte, se alza el monstruo
el que tus ojos vieron
y en cuya entraña tu viviste..!¡El monstruo
imperialista que estrangula pueblos
desunidos y débiles, entregados por cómplices
del invasor, vendidos a los treinta dineros
que Judas recibió! La Patria nuestra
traicionada, agoniza en el madero;
pero sabe que tú no la has abandonado
y que tu propia voz y tu propio denuedo
están en la batalla final, mientras tus sienes
delirantes alumbran el redentor sendero.
¡Padre!
Padre nuestro…!
Qué larga esta agonía…!
Qué graves y profundos sufrimientos…!
Qué sangrientas caídas..! Qué cobardes traiciones…!
Qué asechanzas sombrías y qué golpes arteros…!
Qué pozos y qué espumas infernales…!
Qué corrientes de sombras y de cieno…!
Pero sobre la sangre, sobre el dolor, sobre la muerte,
con nuestros propios doloridos pechos
y ayudados por tí, de pie en el yugo
alzaremos la Patria, la alzaremos,
ya libre de miserias y traiciones,
por encima de todos los oscuros acechos;
forjada por tu sangre que nos guía;
por la esperanza, en filos, de tu sueño;
forjada por tu luz inacabable…
¡Homagno generoso!
Padre nuestro!