En una versión moderna y lamentable
del cuento que todos conocemos. En
Beirut, impunemente, el Lobo cerca a
Caperucita con pólvora incendiada.
Está a punto de devorarla.
Si el verso no te ampara… ¿De qué sirve?
Ante tu imagen
las imágenes pierden su sentido.
Sería risible
que alguien hablara
de flor desecha o de luceros tristes.
Caperucita, todo
te acerca a mi, justo al momento en que los lobos
sacian en ti su hambre más antigua.
Alguien corre contigo entre los brazos
y vas dejando un signo de sangre.
Tu sangre.
No vaya nadie a compararla con las rosas.
Nada tiene que ver con pétalo y perfume.
El Lobo sabe mucho.
Te ha cercado con fuego
y el verso no hace caer la lluvia que lo extinga.
Caperucita, el desamparo
te ha vuelto gris.
Estoy mirando como cuelgan tus piernas,
parecidas a…De nada vale compararlas.
Lo cierto es que alguien echa a andar
hacia atrás, velozmente, todo
lo que parezca ternura,
que chillamos, chillamos y nada ni nadie lo detiene.
Caperucita, el verso
te quiere mal, lo hago, lo destrozo y lloro.