Georgina Herrera/CAPERUCITA PALESTINA.

En una versión moderna y lamentable

del cuento que todos conocemos. En

Beirut, impunemente, el Lobo cerca a

Caperucita con pólvora incendiada.

Está a punto de devorarla.

Si el verso no te ampara… ¿De qué sirve?

Ante tu imagen

las imágenes pierden su sentido.

Sería risible

que alguien hablara

de flor desecha o de luceros tristes.

Caperucita, todo

te acerca a mi, justo al momento en que los lobos

sacian en ti su hambre más antigua.

Alguien corre contigo entre los brazos

y vas dejando un signo de sangre.

Tu sangre.

No vaya nadie a compararla con las rosas.

Nada tiene que ver con pétalo y perfume.

El Lobo sabe mucho.

Te ha cercado con fuego

y el verso no hace caer la lluvia que lo extinga.

Caperucita, el desamparo

te ha vuelto gris.

Estoy mirando como cuelgan tus piernas,

parecidas a…De nada vale compararlas.

Lo cierto es que alguien echa a andar

hacia atrás, velozmente, todo

lo que parezca ternura,

que chillamos, chillamos y nada ni nadie lo detiene.

Caperucita, el verso

te quiere mal, lo hago, lo destrozo y lloro.

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