En el congreso de la UNEAC también se habló sobre nuestros pueblos y ciudades, su arquitectura y patrimonio.

Por María de los Ángeles Polo

Con la convicción de que si la cultura es el alma de la nación, la arquitectura es su rostro- como bien sentenció el poeta Miguel Barnet- delegados e invitados al octavo congreso de la UNEAC debatieron ampliamente acerca del tema relacionado con las ciudades, la arquitectura y el patrimonio en la encrucijada de la cultura y la sociedad actual, donde se analizó la necesidad de preservar un patrimonio de altísimos valores y definitorio de la imagen del país.

En esta comisión, que no estuvo tan concurrida como la de cultura y medios y de la que hablaremos más adelante, se habló con dolor del deterioro de la disciplina urbanística, de las complejidades del problema de la vivienda, de las potencialidades de fuentes generadoras de recursos económicos y hasta de la proyección de los llamados cuentapropistas enfatizándose en la dimensión cultural y social de la relación existente entre esos elementos.

Hoy, los estudios sociales en Cuba hablan de la existencia de una marginalidad ambiental, pues cuando se pierden los valores arquitectónicos también se altera el comportamiento de los ciudadanos, un tema muy bien enfocado en estos análisis por la profesora universitaria Yolanda Wood.

Otra intervención de excelencia fue la de la doctora Graciela Pogolotti, quien se refirió a las deformaciones de atmósfera originadas por las malas prácticas turísticas.

En estas discusiones, intelectuales y artistas presentes en el congreso coincidieron al apuntar que aun cuando nuestras ciudades y pueblos se encuentran en un momento crucial, aún existe la posibilidad de definir políticas salvadoras que guíen las obras que se emprendan y lo hagan con la inteligencia necesaria.

Debatieron intelectuales y artistas en el octavo congreso de la UNEAC sobre cultura y patrimonio, empeñados en salvar el legado de cinco siglos de historia y una imagen que cobija la nacionalidad cubana.

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