Historias, mitos y leyendas de nuestra hermosa Habana: La milagrosa del cementerio de Colón, una historia de amor convertida en leyenda.

Recoge la historia que a inicios del siglo XIX nació en un barrio vasco un niño llamado Francisco Goyri y Beascochea, quien ya convertido en joven decidió viajar a Cuba para probar fortuna y con el tiempo el joven Francisco se convirtió entonces en el señor Francisco, uno de los fundadores del Banco Español de Cuba.

Es por ese entonces que se enamora de la joven criolla Inés María de los Dolores Adot y Bietma, una hija de españoles. La pareja se casó y tuvieron dos hijos: Inés y Francisco, quienes crecieron en un ambiente burgués sin conocer ningún tipo de penurias.

Inés se casa con el marqués de Balboa y Francisco con Magdalena de la Hoz, criolla muy bella, de cuya unión nacieron cuatro hijos: Inés, María Teresa, Amelia y un varón, llamado también Francisco como el padre y el abuelo.

La niña Amelia Francisca de Sales Adelaida Ramona Goyri y de la Hoz fue bautizada el domingo 4 de marzo de 1877 en la Parroquia del Santo Ángel Custodio de la Habana.

La infancia de los cuatro niños transcurrió apacible, tranquila y al no tener descendencia su tía Inés, los pequeños vivieron junto a ella en el palacio de los marqueses de Balboa, en la calle Egido número 14 donde hoy se encuentra el Museo Histórico de nuestra capital.

Amelia, la protagonista de nuestra historia tuvo una infancia hermosa junto a sus hermanos y junto a un joven, su primo segundo, llamado José Vicente Adot Rabell, de quien se enamoró en aquellos juegos infantiles.

Se cuenta que ella era desde niña muy generosa, haciendo siempre obras de caridad entre aquellos que eran más pobres que ella.

Dicen que apenas tenía 13 años, la noche de la boda de su hermana mayor, cuando Amelia y José Vicente tuvieron el atrevimiento de hacer público su amor y la familia, que quedó anonadada se opuso rotundamente al noviazgo porque el joven no poseía igual posición social que la de ella y cuentan sus historiadores que fue esta precisamente la primera de las espinas que atravesó con dolor mudo su corazón generoso.

La segunda no se haría esperar, con apenas 15 años Amalia pierde a su madre víctima de una epidemia con solo 42 años, Amalia quedó muy afectada y su hermana María Teresa, algo mayor que ella la cuidó y apoyó en todo, dicen que María Teresa sentía también un gran respeto por el amor de Amalia y José Vicente que lejos de decrecer, crecía.

José Vicente, como muchos cubanos hijos de españoles marcha a la manigua a luchar por la libertad de Cuba y Amelia, en la Habana, sufría por su ausencia sin poder apenas pronunciar su nombre.

Terminada la guerra, a finales del 98, él regresa a la Habana con los grados de capitán del ejército libertador y decide pedir la mano de aquella hermosa joven que aprendió a amar siendo un niño.

El marqués de Balboa había fallecido, el padre de Amelia estaba muy enfermo y María Teresa como hermana mayor accedió a la petición de mano de este hombre enamorado, valiente y decidido. La pareja fija la boda para el25 de junio de1900.

El sueño de Amelia y José Vicente se hace realidad después de tanto sufrir, ella ya tenía 23 años y habían transcurrido 10 desde aquella noche en que osadamente, hicieron público su amor, pero la felicidad no duró mucho.

Tenía ocho meses de embarazo cuando Amelia sufre una hipertensión arterial que la afectó tanto a ella como a la hijita que llevaba en su vientre. José Vicente desesperado busca ayuda especializada, pero nada se pudo hacer y el 3 de mayo de 1901 ambas fueron declaradas muertas.

Para José Vicente este fue el golpe más duro e insuperable de su vida, lo perdía todo, su alegría, su felicidad, hasta la salud mental y no podía dar credibilidad a una realidad tan triste.

A Amelia, por su rango familiar le correspondía ser enterrada en el Panteón de los Marqueses de Balboa, pero José Vicente no lo permitió, pues en la vida apenas les permitieron estar juntos, no consentiría que se la arrebataran después de muerta y pidió a un amigo, dueño de una bóveda en la Necrópolis de Colón poder enterrar a su amada en esa propiedad.

Cuenta la historia que a Amelia se le dio sepultura en ese lugar, y como era costumbre, entre sus piernas, se colocó a la pequeña hijita que no llegó a nacer con vida.

José Vicente iba diariamente a visitar a su mujer que para él permanecía dormida y la despertaba tocado una de las cuatro argollas de la tapa de la bóveda en la que ella reposaba y tras despertarla, se paraba frente a la sepultura y allí permanecía largas horas, conversando con ella, hasta que tristemente se retiraba.

Un amigo de José Vicente se entera de la noticia y decide compensar esa tristeza con la alegría de regalarle una bella escultura de su amada esposa, se trataba de José Vilalta, uno de los mejores escultores que ha tenido nuestro país y que es el autor además de la estatua de José Martí que se encuentra en el Parque Central de la Habana.

Vilalta, muy cuidadoso en los detalles, esculpió a Amelia con una túnica femenina propia de la maternidad, y la hizo en mármol blanco de Carrara , sosteniendo en su brazo izquierdo una criatura y el derecho apoyado en una inmensa cruz, pues Amelia había muerto precisamente el 3 de mayo, el día de la Santísima Cruz.

Y colocado ya el bello conjunto escultórico, símbolo de la maternidad, José Vicente que fue siempre todo un caballero seguía acudiendo a diario frente a la bóveda de su amada, pero incorporaba una nueva nota a su ritual, a partir de ese momentos, vestido siempre de negro, se quitaba el sombrero, lo colocaba en su pecho, daba la vuelta por detrás de la escultura y se retiraba sin darle jamás la espalda argumentando que a una dama no se le debe dar la espalda y menos a mi amada Amelia.

Y así creció el rumor y lo que comenzó como una historia de amor particular de un hombre hacia su mujer se transformó con el tiempo en el amor de un pueblo a una mujer que convirtieron en símbolo de la maternidad y del amor eterno.

Las personas comenzaron a atribuirle poderes sobrenaturales, la comenzaron a ver como protectora de las mujeres embarazadas y de los niños y de todo aquel que acudiera con un problema y se lo contara a la bella Amelia.

José Vicente quiso impedir aquel clamor popular, él era su marido, él único que debía acudir y estar junto a ella, el que cada día cambiaría sus flores… pero todo intento fue inútil el culto popular espontáneo todavía hoy se mantiene.

José Vicente la sobrevivió 40 años y cuentan que en su lecho de muerte le pidió a una de sus hermanas la foto de Amelia, la apretó junto a su corazón y exclamó: ”Ya me puedo ir para siempre con mi amada Amelia”.

Sus restos reposan desde el 24 de enero de 1941 junto a su querida esposa y le da así perpetuidad a este Amor de Leyenda.

El pueblo sigue adorándola, atribuyéndole poderes sobrenaturales y hasta una oración le han dedicado: la Oración a la Milagrosa.

¡Su tumba es la única en el cementerio Colón de la Habana a la que nunca le faltan las flores!

4 pensamientos en “Historias, mitos y leyendas de nuestra hermosa Habana: La milagrosa del cementerio de Colón, una historia de amor convertida en leyenda.

  1. Que impresionante historia de amor, ese es el amor de verdad el de antaño el que profesaban los verdaderos amantes, que el permanecio fiel al amor que le tuvo a su amada hasta su muerte y aun despues de la muerte…

  2. Soy fiel seguidora de Amélia ,conozco de sus milagros personalmente y agradezco esta publicacion,
    Dios siempre bendiga a Amelia!

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