mitos, historias y leyendas de la Habana: el ilustre caballero de París

Por María de los Ángeles Polo Vega

Su verdadero nombre era José María López Lledín y nació el 30 de diciembre de 1899 en la provincia de Lugo, en España, según consta en la documentación conservada en el Archivo Nacional, donde también se recoge que llegó a la Habana con apenas 14 años el 10 de diciembre de 1913.

Era un hombre diminuto y gentil, de cabello desaliñado , largo y canoso que se paseaba por las calles de la ciudad.

Recuerdo haberlo visto ,por vez primera, en la esquina de las calles San Lázaro e Infanta y sentí miedo.

Era apenas una niña que iba de la mano de mis tíos Roberto y Haydee, quienes me hablaron de que a pesar de su apariencia, era conversador, educado y espontáneo, y mi tío, que gozaba de su amistad le colocó algo de dinero en el bolsillo de su desaliñado traje.

En compensación, él me regaló a mi una esquelita con sólo tres palabras: ¡Que Dios te bendiga!

El Caballero de París, así le conocieron varias generaciones de habaneros, es una de esas leyendas que llenan de luz la vida de esta ciudad.

Existen muchas versiones sobre el origen de este apodo, unos dicen que proviene de una novela francesa; otros, que obtuvo popularmente el calificativo de la acera del Paseo del Prado que en su mente extraviada no era, otra que la parisina acera del Louvre.

Lo cierto es, que se convirtió en una leyenda viva de las calles de La Habana y quienes le conocieron siempre tienen algo que contar sobre El Caballero de París.

Murió un 11 de Julio de 1985 con 86 años de edad y sus restos, exhumados por el historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal, fueron transferidos al convento de San Francisco de Asís.

Su vida, su historia, sus múltiples leyendas sirven de inspiración a músicos y poetas, cineastas y escultores y como toda leyenda, nunca muere, el escultor José Villa Soberón perpetuó su figura en bronce para que continúe deambulando por las calles de la Habana.

La estatua, colocada a la entrada de la Basílica Menor de San Francisco de Asís, está muy cerca del sitio donde descansan sus restos sus restos mortales.

También el trovador Gerardo Alfonso lo inmortalizó con esta preciosa canción.

“El ilustrado caballero de París”

Cuenta la gente que tenía un dineral,

que él era un conde

y que vivió en un palacio real,

que su fortuna la donó no sé a quien,

que tuvo un gran amor.

Pero yo lo recuerdo muy bien

durmiendo en los portales,

y los niños riéndose de él

y su pelo tan largo y tan loco,

sus pezuñas en los pies

asomando en sus zapatos rotos.

Su barba gris guardaba el polvo del Vedado

su traje negro merodeaba por el Prado.

Tenía un papel con una condecoración

Firmada por un rey.

Pero yo lo recuerdo muy bien

comiendo sobras de un plato,

y escribiendo ¡Que viva Fidel!

en recortes de las servilletas,

y lo hacía con amor;

venerable luz en su cabeza.

Y así nació en esta capital

esa leyenda de un viejo singular,

tan gloriosa como casas coloniales.

Y así vivió y murió en este país

el ilustrado Caballero de París.

Sobre la Habana un ángel se cayó,

un Cristo ya vencido.

Pero yo lo recuerdo muy bien

durmiendo en los portales,

y los niños riéndose de él,

su melena tan larga y tan dura

como la que tuve yo.

Cuantos años, cuantos sueños rotos,

cuanta historia, cuantos años locos.

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