Maiakovski, el fruto más expresivo de la revolución bolchevique.

Por María de los Ángeles Polo Vega.

La Revolución Rusa, no sólo fue el derrocamiento de un sistema político, económico y social, obsoleto y abusivo, fue también el fin de una época y una profunda transformación en los conceptos y valores del arte y la estética de entonces.

Y si un intelectual se identifica con esta Revolución, ese es, Vladimir Maiakovski, el poeta ruso cuya obra es símbolo genuino de la poesía innovadora del siglo XX.

Su odio visceral al universo burgués y su combativo espíritu revolucionario está presente en toda su obra desde aquellos primeros poemas escritos en su primera juventud.

La bofetada a gusto del público y la tragedia Vladimir Maiakovski (1913). En 1915 publicó el libro de poemas La nube con pantalón y un año después, La flauta-columna vertebral. Del mismo año que la Revolución Rusa son las premoniciones de El hombre (1917), en la que colaboró redactando eslóganes revolucionarios.

Maïakovski se dedicó a promocionar por el mundo la Revolución rusa y lo hizo a través de elementos prácticos de propaganda, como carteles, afiches y argumentos para películas. También fue uno de los editores de la revista LEF (Levy Front Iskusstv o Frente de Izquierda de las Artes),publicación que trató de congregar toda la vanguardia artística soviética.

Valiente, ingenioso, brillante polemista, talentoso pintor y artista de cine, Vladimir Maiakovski brilló de manera excepcional, defendiendo siempre su posición revolucionaria.

A cien años de aquella Revolución que estremeció el mundo, CubaPoesía le rinde homenaje, compartiendo con sus lectores algunos de los poemas de Vladimir Maiakovsk, el llamado "representante plenipotenciario" del comunismo ruso en el extranjero.

Vladimir Ilich, Lenin

(Fragmentos)

Es tiempo
comienzo
el relato sobre Lenin.

No porque
no haya pena
más grande,
es tiempo
porque
la honda tristeza
sea ya
dolor claro y consciente.

Tiempo,
vuelve
a flamear los lemas leninistas.

¿Es justo
derramar
lágrimas y lágrimas?

Lenin sigue siendo
el hombre
más vivo entre los vivos. Es
nuestra sabiduría,
nuestra fuerza
y el arma que blandimos.

Los hombres son como barcas,
aunque sin agua.

Mientras
vivimos
se nos pegan
a los costados
muchos
caramujos sucios.

Y después,
sorteada ya
la tempestad furiosa,
te sientas
bajo el rayo del sol
y te quitas
la barba verde
de las algas
y la barba lila
de las anémonas.

Yo también
me limpio
para semejarme a Lenin
y seguir remando
por la revolución.

(…)

La calle
parece una herida abierta…

Aquí
cada piedra
pisada
por los primeros ataques de octubre,
conoce a Lenin.

Aquí
todo
lo que cada bandera
ha embellecido,
fue comenzado
y ordenado por él.

Aquí
cada torre
ha oído a Lenin
y lo habría seguido
a través del fuego y del humo.

Aquí
cada obrero
sabe quién es Lenin:
exponed los corazones
como ramas de abetos.

Nos llevaba al combate,
anunciaba las conquistas,
y así
el proletariado es dueño de todo.

Aquí
cada campesino
ha inscrito
en su corazón
el nombre de Lenin
con más ternura que en las calendas de los santos.

(…)

La seda de las banderas flameantes
se inclina,
para rendir
los últimos honores:
"Adiós, camarada,
has terminado
tu honrado y valiente camino"

Horror.
Cierra los ojos,
no mires,
como si andases
sobre una cuerda de seda.

Como si
por un instante
estuvieses
a solas
con una inmensa
y única verdad.

Soy feliz.
El agua sonora de la marcha
lleva
su cuerpo sin peso.


que en adelante
y para siempre,
ese momento
vivirá
en mí.

Feliz
de ser
una partícula de esta fuerza
que tiene en común
hasta las lágrimas de los ojos.

Imposible
que la comunión
en el inmenso sentimiento
llamado
clase,
sea más fuerte,
más pura.

(…)

Y la muerte
de Ilich
fue
un gran
aglutinador de comunismo.

Por encima de los troncos
de un enorme bosque,
millones
de manos
sosteniendo su asta
-la Plaza Roja-
la bandera roja
se eleva,
arrancándose
con una terrible sacudida.

De esa bandera,
de cada uno de sus pliegues,
nos llega,
vivo de nuevo,
el llamamiento de Lenin:

-¡En fila,
proletarios,
para el último cuerpo a cuerpo!
¡Esclavos,
enderezad
vuestras rodillas hincadas!
¡Ejército de proletarios,
adelante y en orden!
¡Viva la revolución
alegre y rápida!
Ésta
es la única
gran guerra
de todas
las que la historia ha conocido.

Este magistral poema completo, fue escrito por Vladímir Maiakovski en 1925 al conmemorarse el primer aniversario de la muerte de Lenin.

* * * *

La nube en pantalones


A vuestros pensamientos que sueñan
sobre sus sesos reblandecidos como un gordo lacayo
sobre un sofá grasiento quiero irritarlos
con un jirón sangriento de mi corazón,
me burlaré hasta hartarme, mordaz y atrevido.

¡No tengo en el alma ni una sola cana
ni tampoco hay en ella ternura senil!
Ensordeciendo al mundo
con el poder de mi voz avanzo hermoso,
con mis veintidós años de existencia. ¡Los delicados
tocan el amor con tiernos violines!
Pero el rudo se sirve de timbales.
Prueben, como yo,
a darse vuelta como un guante y ser todo labios.
Salga a aprender
desde su sala de batista
la ceremoniosa funcionarla de liga angelical.

Y también la que hojea en silencio sus labios
como una cocinera un libro de recetas.

Si lo desean
comeré carne hasta ponerme rabioso
-y, como el cielo, mudaré de tonos-; si lo desean
seré impecablemente tierno.
No un hombre,
¡sino una nube en pantalones!

No creo que exista una Niza florida.
Por mi conducto otra vez serán loados
todos los hombres que yacen como un hospital
y todas las mujeres gastadas como un refrán.

La nube en pantalones es uno de los poemas más representativos de Vladimir Maiakovskï, fue escrito en 1915 bajo el espectro del amor que en aquellos momentos el autor vivía con Lili Brik (a la que Neruda llamaba "La musa de la vanguardia rusa"). Es un poema lleno de versos coloristas, que nos permite descubrir las dos caras del autor a través de sus innumerables metáforas y recursos expresivos, un poema que hizo llorar al mismísimo Gorki, que dijo de él en un artículo: "extravagante, individualista e indisciplinado pero, que guarda tras toda esta estética un cierto talento en alguna parte de su cerebro

* * * *

¡ESCUCHAD!

¡Escuchad!
Acaso, si las estrellas brillan,
¿es que hay a quien le haga falta?
¿Es que alguien quiere que estén?
¿Es que alguien toma estas escupitinas por perlas?
Y a gritos,
entre polvaredas de mediodía,
se abre paso hacia dios,
teme que nadie le espere,
llora,
besa su mano nervuda,
ruega,
¡habrá por fuerza una estrella!
clama,
¡no aguantará este calvario a oscuras!
Y después
anda inquieto,
con expresión de calma.
Le dice a alguien:
«¿Acaso ya no tienes nada?
¿No da miedo?
¡¿Sí?!»
¡Escuchad!
Acaso, si las estrellas
brillan,
¿es que hay a quien le haga falta?
¡¿Es que es preciso
que cada vez que anochece
sobre los tejados
se encienda siquiera una estrella?!

Sobre él ha dicho el investigador español Guillermo de Torre: Maiakovski es al cabo el fruto más expresivo de la revolución bolchevique.

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